domingo

Blas de Otero

No se sabe qué voz o qué latido,
qué corazón sembrado de amargura,
rompe en el centro de la sombra pura
mi deseo de Dios enternecido.

Pero mortal, mortal, rayo partido
yo soy, me siento, me compruebo. Dura
lo que el rayo mi luz. Mi sed, mi hondura
rasgo. Señor: la vida es ese ruido

del rayo al crepitar. Así, repite
el corazón, furioso, su chasquido,
se revuelve en tu sombra, te flagela

tu silencio inmortal; quiere que grite
a plena noche..., y luego, consumido,
no queda ni el desastre de su estela.

*

¿Cuándo se van a decidir todos a hacer silencio? ¿Acaso son tan imprescindibles, tan originales, tan únicos, tan iluminadores? Una película muda relatada con voces que se tejen confundiéndose, en un solo rumor, una enorme bola imposible de desgranar porque todos, a un tiempo, quieren opinar, discutir, aconsejar, suplicar, pedir, juzgar, despotricar, No sos vos, soy yo, Ojo por ojo y diente por diente, ¿Por qué no lo largás de una vez?, Esto no te lo voy a permitir, Las mujeres que cogen en la primera cita son unas putas, Pero si yo te quiero etcétera. Guárdense toda su clarividencia y cállense, por Dios, que el mundo es una rara criatura deforme y yo aún no le he tanteado ni los pies.