domingo

Cinemática

Suele suceder, una palabra lleva a la otra y todo encaja delicadamente. La Física nunca fue mi fuerte, aunque siempre ostentó para mí la sombra impenetrable de lo simbólico. Calorimetría, Ley de caída libre, Refracción de la luz, Energía elástica, Tensión superficial, Estática, Corriente alterna, Principio de Pascal, y hoy, no sé por qué, recordé la Cinemática, la parte de la Mecánica que estudia el movimiento. Suele suceder, también, que ocupo mi cabeza en asuntos ociosos e inútiles, entonces pensé en el cine y cuán impenetrablemente simbólico puede resultar, a la manera de una fórmula matemática. El diccionario confirmó mis sospechas: el griego kinêma, raíz común de ambas palabras; el cine, joder, haberlo pensado antes, es una sucesión de imágenes en movimiento, cinemato-grafía. Una terrible pérdida de tiempo. Pueden reírse de mí cuanto deseen, sí: pero yo sigo maravillada con la capacidad de perfección de ciertas cosas.

viernes

Suicidio involuntario

Cargué la Magnum 357 y se me disparó en el pecho, por inocencia o por precipitación. Tal vez sea lo mejor, mirándolo a futuro, pero cuando se está ciega no es posible mirar a ninguna parte, y al respirar, las esquirlas se incrustan en los pulmones, en las costillas, como los gusanos de la manzana. Morir matando, antes que morir sin más ni más, asesinar el amor con una granada y morir los dos consumidos por la derrota.

domingo

Hagamos una diferencia, que no es lo mismo “sentirse abandonada” que “sentirse sola”, y contradigo, con permiso o sin él, a la mayoría de las mujeres que leo casi a diario y oscilan entre la queja llorosa, la máscara irónica y la actitud powergirlretop pero que en el fondo se deshacen porque Él les traiga el desayuno a la cama. A mí me gusta mucho estar sola, tal vez demasiado. No es una actitud pretenciosa, ya se me van a echar todos al cuello por ese lado. No. Pero la compañía, a veces, es tan agobiante y requiere tantas atenciones que me siento incapaz de responder correctamente. Sí, todos necesitamos algo del otro, no es que recaiga en la misantropía militante, y también puede que la costumbre me haya hecho creer que quizá no es tan trágico, pero la soledad no es un estado del cual tenga que escapar a toda costa. Lo que parece deprimente, como ir a cursar un sábado a la mañana, encuentra en mí el eco de una tarde caminando por ahí, entrando a las librerías, almorzando cualquier cosa o mirando el río sin otra escolta que mis zapatillas. Supongo que con esta disposición hacia el mundo no llegaré lejos, quién sabe. Yo estoy muy tranquila. Todavía puedo viajar en el colectivo, del lado del sol, pensando en cuestiones sin importancia, sin la obligación inexcusable de compartirlas con mi compañero.