jueves

Después del fin

Porque el adiós es siempre una telaraña, un hilo de seda que nunca acaba de cortarse, que se pega en los dedos cada vez que intenta uno arrancárselo de las orejas, de las pestañas, el largo pañuelo que asoma por la boca de un ilusionista, marea que va y vuelve y cuando vuelve ahoga.

viernes

La cuestión

(...)
-Y después de todo, ¿qué?..., yo estaba en la izquierda porque estaba en la izquierda y enseguida se estrecharon entre la izquierda y yo toda suerte de vínculos, de fidelidades; he comprendido lo que querían, los he ayudado a hacerlo, y he estado más y más cerca de ellos cada vez que han querido imponerles trabas…
-Mientras uno esté solamente casado con una política, eso no tiene importancia –dijo Sembrano-; pero cuando uno tiene hijos con ella…
-A propósito, ¿tú qué eras? ¿Comunista?
-No, socialista de derecha. Y tú, ¿comunista?
-No –dijo Magnin, retorciéndose el bigote-, socialista también. Pero revolucionario de izquierda.
-Yo –respondió Sembrano con una sonrisa triste que armonizaba con la proximidad de la noche- era sobre todo pacifista…
-Las ideas cambian… -dijo Vallado.
-Las gentes que defiendo no han cambiado. Y sólo eso importa.


*
En “La esperanza”, de André Malraux, 1937.

domingo

Montevideo




Éstas son algunas de las cosas por las que me enamoré de Montevideo. No sé si Onetti, si Galeano, si el Benedetti cuentista (nunca el poeta) o mi propia invención desenfocada que insiste en que ha visto, sentido y oído aquello que sabía que iba a ver, sentir y oír, un amor ciego y sordo. No sé si río o mar, pero siempre preferiré el puerto a la playa, la escollera y el pelo con olor a sal, las grúas y los barcos pesqueros, la Ciudad Vieja y derruida con sus perros piratas antes que la sombra de los edificios sobre la arena. No sé si playa o 18 de Julio, pero siempre querré volver a viajar en uno de esos cacharros de los 60’ que dan en llamar transporte público, bajarme en Malvín y caminar de lado a lado hasta que desaparezca el sol.

viernes

Ciudades

Nunca se elige porque sí, pero las razones o sinrazones de la elección suelen ser infinitas y, a veces, invisibles. Por qué Montevideo, por ejemplo, si nadie me habló jamás de sus encantos, si apenas recuerdo alguna foto difusa del Palacio Salvo, y poco más. La culpa es de Onetti, probablemente. Por boca de otro, por oreja de otro, uno construye ciudades a imagen y semejanza de nada y después tiene miedo ante la oportunidad de conocerlas, miedo de que este Montevideo no sea el de Onetti, que este México no sea el de Rulfo o esta Granada la de García Lorca. O bien a la inversa: que la realidad no logre aniquilar a la ficción y cada esquina de la ciudad imaginada coincida hasta en su última baldosa con el cuento aquel.

lunes

Corazón de madre

Matilde de Temperley, tus mensajes en Radio Mitre despotricando contra la adopción por parte de parejas homosexuales me irritan. Matilde, se te ve tan preocupada por el futuro de esos niños que hasta te propondría que adoptes uno, pero pensándolo bien, me aterra que empiecen a multiplicarse hombres como tus hijos, que esconden una escopeta recortada en el armario, y mujeres como tus hijas, de ésas que llenan los formularios escribiendo “Profesión: Ama De Casa”. Matilde de Temperley está inquieta porque ¿qué pasará con esos niños cuando en la escuela les pregunten por sus padres y madres? Tengo dos mamás, tengo dos papás. Ojalá, Matilde, llegue el tiempo en que estas respuestas sean perfectamente naturales.

viernes

Felices Fiestas

¿Qué me importa vivir con los demás, cuando de todas las cosas verdaderamente importantes para cada uno todos los demás se burlan?

Si la única educación la puede dar el dolor, pregunto por qué está filosóficamente prohibido ensañarse contra el prójimo, educándolo de la mejor manera.


Cesare Pavese, "El oficio de vivir".

sábado

Allegro, ma non troppo

Ella abrió la puerta y, sin prender la luz, librándose de la cartera y los zapatos en un único movimiento, lo empujó contra la pared y lo besó con desesperación infantil, restregando su pecho como algo que nunca se volverá a poseer, como un juguete ajeno, un cuerpo muerto donde se buscan los últimos restos del espíritu, los malos espíritus. Lo desnudó sin orden, con torpeza, con el miedo de que aquel hombre la dejara sola entre las risas de todos los fantasmas que están duchándose en su baño, bebiéndose su cerveza o llorando por una soledad que no les pertenece, lo tumbó en la cama y se echó a su lado, abrazándolo rabiosamente en la oscuridad.

viernes

En este último tiempo parece haber florecido la moda de restaurar los populares Fiat 600, algún que otro Mini y la reaparición de ejemplares de Citröen 3CV en colores inverosímiles, aquel escarabajo de segunda categoría, el de ruido inconfundible al arrancar, el celeste, el de techo descapotable. El método consistía en cargar a padre, madre y las dos niñas, un bolso con frutas y sandwiches y agarrar cualquier ruta hacia cualquier parte. Ya nos había hecho unas cuantas jugarretas, ya habíamos pasado alguna noche en la banquina, rodeados de balizas: el simpático 3CV era un coche de ciudad, y lo aprendí a la temprana edad de siete años, en una carretera arbolada camino a San Pedro, cuando el querido Citröen tuvo su muerte blanca, el motor fundido y una despedida repentina en el momento en que se lo llevó el auxilio y lo perdí para siempre.

Pero si un día me demoro, no se impacienten: seguramente me detuve a acariciar a algún gato, a comprar toneladas de golosinas o a conversar con una vieja; hasta pudo haberme atropellado una bicicleta, e incluso derribado un desengaño, aunque el engaño no fuera tal o fuera culpa mía. Se sabe, la calle está llena de peligros para los caminantes, y no se trata sólo de caramelos envenenados.

sábado

Un pulpo de ocho lenguas,
violeta, enceguecido,
como una brasa que desfigurara
el contorno preciso de los cuerpos,
como salvándome de un peso insoportable,
como una risa obscena
o un animal que chilla,
algo que detonara y se rompiera;
yo, otra vez, abanico
que se vuelve a cerrar súbitamente,
a hacer como si fuera, como nada,
como si nunca hubiera sido lo que ha sido.

martes

No entiendo, por qué tendría que haber contradicción entre usar zapatos de taco y votar a, qué sé yo, el Partido Obrero, entre unos ojos gatunos y el paredón de libros que está a punto de caérseme encima, entre teñirse el pelo y discutir como una energúmena con todos los taxistas de la ciudad. La Revolución, compañeros, también será fotografiada, y yo no quiero que, otra vez, sea la sangre la que vuelva a saturar, con su rojo avasallante, el lente de la cámara.

viernes

domingo

Inadaptada

Argh, odio las fiestas de quince, odio su alegría prefabricada, sus vestidos inflados, sus peinados llenos de bucles inmóviles, las fotos familiares al estilo clan, las canciones de Luis Miguel, la Coca Cola rebajada con hielo, la luz delatora del camarógrafo que, como un ave rapaz, intenta arrancar un primer plano de las lágrimas de agua oxigenada, para regocijo de madres orgullosas, mostrando a su niñita como envuelta para regalo, maquillada como una muñeca de mazapán entre una multitud de adolescentes abalanzándose sobre la mesa dulce, en una mano la torta de chocolate y en la otra, la zanahoria de plástico del carnaval carioca. O tengo una mirada demasiado piadosa de mí, o yo no era tan estúpida a los quince años, ni mandaba mensajes de texto de mesa a mesa, ni escribía con la ortografía de un infradotado, ni gritaba como una desaforada "a ella le gusta la ga-so-li-na, dame más ga-so-li-na…"
-¡Dale, vení a bailar!
-No.

lunes

El soldado de Perón

-Cuando se murió el Viejo, lloré más que cuando murió mi padre, y si hubiera tenido unos años más, hubiera sido Montonero. (Recuerdo cuando le pregunté a mi mamá qué eran los Montoneros, y me contestó que cuando fuera más grande me lo explicaría. Yo estaba en primer grado. Nunca me lo explicó). -¿Vos escuchaste hablar alguna vez de Tucho Valenzuela? –No-. Y me contó la historia de Tucho Valenzuela, que puso en riesgo la vida de su mujer y su hijo por no delatar a sus compañeros. –Me estás extorsionando sentimentalmente, y más te vale que no nombres a Rodolfo Walsh-. Creo que a su mujer la conversación le aburría, qué lástima, pero él, yo y el resto de los presentes abríamos cerveza tras cerveza y el alcohol y la discusión me vuelven más ácida que de costumbre. -¿Peronista de izquierda? ¿No estarás un poco confundido? Elegí, o una cosa o la otra. -Sos una gorila, mirá, se te ve la melena... -No me ofende. Y "Luna de Avellaneda", te lo repito ahora que dejé de parecerte una pendejita, es una película mala, plagada de todos los estereotipos de "la porteñidad al palo", de las que "apuntan directo al corazón", uf-. Nos reímos.
Abogado, peronista, cuarentón y casado. No sé qué cuernos está pasando con mi Edipo femenino.

miércoles

Futuro

Cuando no se tiene nada que decir es mejor callar, esperando, no sé, veinte años, la revelación de aquella gran novela que todos, alguna vez, hemos deseado escribir, aquella película inolvidable que todos, alguna vez, hemos deseado filmar, aquel gran panfleto que todos, alguna vez, hemos deseado redactar, o bien aguardar, sentado frente a una tonelada de libros, la burocrática designación como profesor de Castellano en algún secundario del barrio de Floresta.

jueves

Está bien, hablemos de sexo, están aburridos y yo también. Y aunque prefiero la práctica (o la imaginación silenciosa) a las disertaciones, concederé. Eso sí: por favor, no mezclemos la frase "hacer el amor" en todo esto, ¿sí? Gracias.