domingo

PRO

Los veo saltando como hienas en celo, agitando sus sucios trapos amarillos y quisiera morirme, huir a las playas de Boulogne-sur-Mer, Francia, inmolarme con un cinturón de dinamita en medio del festejo de los magnates, los analfabetos políticos y el mediopelaje lumpenburgués, salir con un palo a romper vidrieras, derramar lágrimas de furia, dedicarme a experimentar con hongos alucinógenos y a la tarjetería española, tejer escarpines para los niños de Somalía, dejar los hábitos, fundar una sociedad protectora de animales, ametrallar los colectivos atestados de burros fascistas, tomar el primer transbordador destino Plutón y escribir desde el vacío, mientras observo, con pesar, cómo revienta el planeta con sus pasajeros.

miércoles

Sobre la violencia

De la misma manera ingenua en que lo hacía cada vez que aparecían los tiranosaurios en Jurassic Park, o sufría con las cachetadas en las telenovelas, las escenas violentas aún me obligan a taparme los ojos, pero no puedo dejar de oír los gritos y los disparos, el silencio, el llanto que los sucede, un olor a muerte, la piel chamuscada por las balas de fogueo, el pasto manchado de sangre. Con los dinosaurios es más simple porque ya no existen, pero ¿cómo tolerar tan sólo la vista de la tortura, por más que sea una simulación? "¡Si es salsa de tomate!" y los actores se ríen, cámbienle esa camisa y repitan la toma, ella quiere un vaso de agua: todo es mentira, sí, pero yo sigo sin querer mirar.