Montevideo
Éstas son algunas de las cosas por las que me enamoré de Montevideo. No sé si Onetti, si Galeano, si el Benedetti cuentista (nunca el poeta) o mi propia invención desenfocada que insiste en que ha visto, sentido y oído aquello que sabía que iba a ver, sentir y oír, un amor ciego y sordo. No sé si río o mar, pero siempre preferiré el puerto a la playa, la escollera y el pelo con olor a sal, las grúas y los barcos pesqueros, la Ciudad Vieja y derruida con sus perros piratas antes que la sombra de los edificios sobre la arena. No sé si playa o 18 de Julio, pero siempre querré volver a viajar en uno de esos cacharros de los 60’ que dan en llamar transporte público, bajarme en Malvín y caminar de lado a lado hasta que desaparezca el sol.