domingo

Montevideo




Éstas son algunas de las cosas por las que me enamoré de Montevideo. No sé si Onetti, si Galeano, si el Benedetti cuentista (nunca el poeta) o mi propia invención desenfocada que insiste en que ha visto, sentido y oído aquello que sabía que iba a ver, sentir y oír, un amor ciego y sordo. No sé si río o mar, pero siempre preferiré el puerto a la playa, la escollera y el pelo con olor a sal, las grúas y los barcos pesqueros, la Ciudad Vieja y derruida con sus perros piratas antes que la sombra de los edificios sobre la arena. No sé si playa o 18 de Julio, pero siempre querré volver a viajar en uno de esos cacharros de los 60’ que dan en llamar transporte público, bajarme en Malvín y caminar de lado a lado hasta que desaparezca el sol.

viernes

Ciudades

Nunca se elige porque sí, pero las razones o sinrazones de la elección suelen ser infinitas y, a veces, invisibles. Por qué Montevideo, por ejemplo, si nadie me habló jamás de sus encantos, si apenas recuerdo alguna foto difusa del Palacio Salvo, y poco más. La culpa es de Onetti, probablemente. Por boca de otro, por oreja de otro, uno construye ciudades a imagen y semejanza de nada y después tiene miedo ante la oportunidad de conocerlas, miedo de que este Montevideo no sea el de Onetti, que este México no sea el de Rulfo o esta Granada la de García Lorca. O bien a la inversa: que la realidad no logre aniquilar a la ficción y cada esquina de la ciudad imaginada coincida hasta en su última baldosa con el cuento aquel.

lunes

Corazón de madre

Matilde de Temperley, tus mensajes en Radio Mitre despotricando contra la adopción por parte de parejas homosexuales me irritan. Matilde, se te ve tan preocupada por el futuro de esos niños que hasta te propondría que adoptes uno, pero pensándolo bien, me aterra que empiecen a multiplicarse hombres como tus hijos, que esconden una escopeta recortada en el armario, y mujeres como tus hijas, de ésas que llenan los formularios escribiendo “Profesión: Ama De Casa”. Matilde de Temperley está inquieta porque ¿qué pasará con esos niños cuando en la escuela les pregunten por sus padres y madres? Tengo dos mamás, tengo dos papás. Ojalá, Matilde, llegue el tiempo en que estas respuestas sean perfectamente naturales.