viernes

Pero si un día me demoro, no se impacienten: seguramente me detuve a acariciar a algún gato, a comprar toneladas de golosinas o a conversar con una vieja; hasta pudo haberme atropellado una bicicleta, e incluso derribado un desengaño, aunque el engaño no fuera tal o fuera culpa mía. Se sabe, la calle está llena de peligros para los caminantes, y no se trata sólo de caramelos envenenados.

sábado

Un pulpo de ocho lenguas,
violeta, enceguecido,
como una brasa que desfigurara
el contorno preciso de los cuerpos,
como salvándome de un peso insoportable,
como una risa obscena
o un animal que chilla,
algo que detonara y se rompiera;
yo, otra vez, abanico
que se vuelve a cerrar súbitamente,
a hacer como si fuera, como nada,
como si nunca hubiera sido lo que ha sido.