sábado

...Diré cómo nacisteis...

Luis Cernuda nació en 1902 en Sevilla y murió en 1963, en el exilio mexicano. Dicen quienes lo conocieron que era un hombre atormentado por la incomprensión de que era objeto en la sociedad de la época, por su declarada homosexualidad y por sus reparos hacia las modas vanguardistas a las que adherían declamatoriamente sus contemporáneos. Los temas de su poesía (la soledad, la rebelión, el deseo, la mentira, la libertad del cuerpo) muestran a un antifascista sin falsos actos de heroísmo, que no resignaba su militancia estética, ni más ni menos importante que la política. De "Los placeres prohibidos":

Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
como nace un deseo sobre torres de espanto,
amenazadores barrotes, hiel descolorida,
noche petrificada a fuerza de puños,
ante todos, incluso el más rebelde,
apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
todo es bueno si deforma un cuerpo;
tu deseo es beber esas hojas lascivas
o dormir en ese agua acariciadora.
No importa;
ya declaran tu espíritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino
levantó hacia las aves con manos imperecederas;
no importa la juventud, sueño más que hombre,
la sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
de un régimen caído.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,
miembros de mármol con sabor de estío,
jugo de esponjas abandonadas por el mar,
flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,
libertades memorables, manto de juventudes;
quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
es vil como un rey, como sombra de rey
arrastrándose a los pies de la tierra
para conseguir un trozo de vida.

No sabía los límites impuestos,
límites de metal o papel,
ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
adonde no llegan realidades vacías,
leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
Extender entonces la mano
es hallar una montaña que prohíbe,
un bosque impenetrable que niega,
un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
ávidos dientes sin carne todavía,
amenazan abriendo sus torrentes,
de otro lado vosotros, placeres prohibidos,
bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
tendéis en una mano el misterio.

Sabor que ninguna amargura corrompe,
cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.
Abajo estatuas anónimas,
sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
una chispa de aquellos placeres
brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

lunes

“Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica. Si aún no la ha visto, incurre en pecado manifiesto, en un delito mayor que el de aquel que roba una bicicleta pobre y no me invita a recorrer Roma sentada en el portaequipaje.

viernes

Ver en la vidriera un libro de Marcos Aguinis cuyo subtítulo es "Bases para un renacimiento argentino", me da como una cosita, con ese aroma a Tratado de Moral, Buenas Costumbres y Corrección Política. Pero que el título sea "¿Qué hacer?", en un ¿involuntario? homenaje a Lenin, supera todas, absolutamente todas mis previsiones. ¿Para cuándo "La Sagrada Familia" en versión del amigo Baseotto, "La revolución permanente" por el Pastor Giménez, "Salario, precio y ganancia" según Lita de Lázzari?

sábado

Buenos días

¿Qué nefastas variables del destino pueden combinarse como para despertarme un sábado a las ocho de la mañana con la Marcha Peronista a todo volumen que viene de la calle?

No habrá ninguna igual

Años treinta, cuarenta: Europa estaba en ruinas y no sólo en las calles había polvo. El cine acompañó, a su modo, la derrota en las ciudades devoradas por el fuego, los trenes sórdidos, los refugiados cruzando las fronteras con los escombros de su vida a cuestas; sin embargo, no se cumplió aquella predicción sobre la imposibilidad de hacer poesía después de Auschwitz. Porque siempre hay belleza después del desastre, y en pleno bombardeo sitio para la fábula (para el horror nos sobran las palabras), el cine salvó, a su modo, las torres de la maravilla, los finales felices, el amor que triunfa sobre la destrucción. Y gracias a Marlene y a Mae West, con esos ojos de pestañas larguísimas y viejos guantes negros y conducir fumando con boquilla, con sus amantes medalla al heroísmo (esa obscena tendencia a lo romántico), gracias a Rita y a Ava Gardner, por ese cruel encanto de verlas, intangibles, melancólicas, sabiendo que no habrá ninguna igual.

Decíamos ayer...

Bueno, no es cuestión de ponerse solemne y anunciar el resurgimiento de “La mala reputación”, luego del ataque de un pirata informático (¿vio? Esto no es cualquier cosa, soy más importante que el Pentágono), al cual yo calificaría más bien de idiota, pero ese es otro tema. Me siento tan desnuda como el día en que empecé a escribir estos bellos trocitos de mi vida, echándolos al viento hasta llegar a tocar los sensibles corazoncitos de ustedes, mis lectorcitos. Como originalmente se dice, “casa nueva, vida nueva”; por lo tanto, a pesar de haber podido rescatar unos cuantos posts gracias al dato del camarada Zahir, no estimo muy fructífero volver a ponerlos en esta casita, la casita de mis sentimientos. Verán... yo parezco tajante y sarcástica, pero en el fondo, soy un tierno ser que se emociona leyendo a Benedetti y a Neruda y, por qué no decirlo, con las fotonovelas de Corín Tellado. No sé a qué venía todo esto; sepan disculpar este asalto al pudor. Dése inicio, entonces, a “La mala reputación, el regreso”, hogar de la risa y el llanto, la alegría y la tristeza, el triunfo y el fracaso, y todas esas pequeñas cosas cotidianas que nos hacen renovar la profunda creencia en Dios Nuestro Señor. Amén. ¡Proletarios del mundo, uníos! ¡Viva la Pepa! ¡Somos la rehostia y el Papa es un cabrón! ¡Queremos nuestros ahorros! ¡Perón, Evita, la Patria Socialista (?)! (Igual, los laureles se los lleva “¡Libertad a los animales!”, frase pintada sobre la puerta del Zoológico)

(Señor Pirata Informático, ¿podría devolverme también mi coherencia, por favor?)