domingo

III

¿Qué pensaste al cruzar por ese bosque,
como amazona pálida y suicida?
Tu desnudez te vuelve inquebrantable
y sin embargo esclava,
inmensa y frágil como un acantilado,
blanquísima, veloz, contra la fronda oscura.
Vas a caballo de cualquier deseo
que pueda abandonarte entre los árboles,
arquear el lomo y arrojarte al agua,
pero el deseo no existe:
es como un rastro en el estiércol húmedo,
un caballo que pasa, una amazona
de pelo fuego frío,
unos ojos de tísica,
unas mejillas con aroma a fiebre.