jueves

Pier Paolo Pasolini

¿Cómo me hice marxista?
Y bien... iba entre las florecillas primaverales, blancas y celestes,
que nacen justo después de las prímulas,
-y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana, que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación-
y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas
que a lo lejos, en el país de mi madre, con uno de esos nombres
intraducibles se las llama "fonde",
con los hijos de los campesinos que se bañaban inocentemente
(porque permanecían impasibles ante su vida
mientras yo los imaginaba conscientes de lo que eran)
escribía los poemas de "El ruiseñor de la Iglesia Católica".
Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,
se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.
Y es así como supe que eran jornaleros,
y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.

(Fragmento del poema inédito Poeta de las cenizas, hallado entre los papeles íntimos de Pasolini poco tiempo después de su asesinato. Escrito en Nueva York, posiblemente en agosto de 1966).

viernes

Es mi mascota, ¿y qué?

Una amiga de mi hermana se llevó mi tortuga en préstamo por unos días. Una tortuga en préstamo, y que encima se llama Beethoven: ridículo. Todavía, después de diez años, no sé si es macho o hembra, si es cierto que las líneas del caparazón representan su edad y si la heredarán mis nietos como si se tratara de una cama o un ropero.
Yo: "Nadia, ¿tu amiga, me va a devolver la tortuga alguna vez?"
Ahórrense el "comprate una vida", ¿sí?

Carne de diván

Soñar que se anda en bicicleta por un costado del paredón del ferrocarril, cada vez más verde y alambrado, con una fealdad de suburbio. Frente a las vías hay un hospicio y las locas me lanzan cucharas y zapatos, cuatro mujeres en camisón y cofia floreada asomadas a la ventana. Un hombre arroja un revólver aún humeante al medio de los pastizales, borrando la evidencia del crimen, y está riéndose pero tiene miedo. Tres niños fuman opio en grandes pipas de agua con máscara de dragón. Uno de ellos vuelve la cabeza hacia mí: las cuencas de sus ojos están vacías. Las casas empiezan a espaciarse; la luz crepuscular se convierte en violácea, y cuando quiero retroceder todo ya se ha derrumbado pesadamente, como la noche desesperante a campo abierto. La oscuridad es tan densa y yo buscando aunque fuera un punto luminoso, una silueta que desmienta esta certeza de haberme vuelto ciega.

domingo

Fe de erratas

"En nuestro número anterior, donde se lee saña asesina, debe leerse enérgicas medidas norteamericanas."

Reproducido, con más o menos fidelidad por mí, de la revista "Crisis", que era medio setentista pero estaba buena.

martes

Ellas

Mi abuela materna tiene ochenta y ocho años, sabe hacer fideos caseros, pizza con cebolla y torta de nuez, tiene un gato malvado que le hace caso solamente a ella, un árbol de paltas y un jardín con cactus de decenas de especies, azaleas, rosas y helechos esparragueros, me designó heredera indestronable de los pulóveres de colores, las enaguas y la lámpara de techo con forma de bola, aún guarda en un armario matrioshkas y una caja de música réplica del Sputnik que trajo de la Unión Soviética, le gusta verme con el pelo suelto y lacio como una sábana, sabe con precisión si tal o cual personaje de la farándula "está a favor o en contra de Cuba", adora que le ponga a Gardel en el tocadiscos y después de quince años de viudez sigue cantando "me enamoré una vez, no me enamoro más, a mí no me busqués, porque no me encontrás".
Mi abuela paterna tiene setenta y ocho años, sabe hacer kreplaj, guefilte fish y leicaj de miel, consiguió que la línea 6 inaugurara un ramal por Av. Brasil, me designó heredera indestronable de la máquina de coser con pie de hierro forjado y de las cortinas azules con rayitas, aún guarda en un armario la colección completa del periódico "Nuestra Palabra", le da un soponcio cada vez que algún hijo se divorcia y después de veinte años de viudez está a la búsqueda de "un moishe con plata que baile folclor, aunque lo de moishe y lo del folclor se podría negociar", pero advierte a todo noviecito, simpatía o comosellame que las nietas presenten en sociedad: "si la hacés sufrir a la nena, te rompo el culo a patadas".
Yo quiero ser así cuando sea grande, y despotricarle a los verduleros que te encajan, como distraídamente, las manzanas golpeadas.